miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo cinco.

Ruth estaba abrazada a él. Estaban de pie. Habían decido ir a dar un paseo, pero no habían llegado muy lejos hasta que ella volvió a derrumbarse. Debajo de los brazos de su mejor amigo se estaba bien. Demasiado bien. Él le acarició el cabello, y le susurró que no pasaba nada, que se iba a arreglar pronto.
-Tu móvil está vibrando-susurró ella.
-¡Uy! Lo siento.
Miró la pantalla. El número no lo tenía grabado. Decidió colgarle a quien fuera que llamara. Puso el móvil en silencio.
-¿No contestas?
-No sé quién es.
Estuvieron andando un par de minutos más hasta que una corriente de aire frío pasó cerca de ellos, rozándolos.
-¡Qué frío!-exclamó Ruth encogiéndose sobre sí misma.
Hugo lo pensó un par de segundos.
-¿Te apetece que vayamos a mi casa?
-Sí, por favor, o me constiparé.


La luz del comedor se veía desde fuera, seguramente su madre ya estaba en casa. Hugo sacó las llaves del bolsillo y abrió. En el salón, con el portátil en las rodillas, estaba su madre, acabando algo del trabajo.
-Hola, cariño-saludó Marga a su hijo, él se apartó un poco para dejar pasar a Ruth, ella la vio-Ey, Ruth, no sabía que venías, ¿cómo estás?
Marga estaba al tanto de todo, Carmen y ella eran muy buenas amigas desde hacía mucho. Había sido de las primeras en enterarse que Carmen y su marido se separaban. Marga estaba preocupada por Ruth y cómo pudiera tomárselo.
-Tirando.
-¿Has vuelto a pelearte con tu padre?
Ruth asintió, un tanto avergonzada. Marga cogió el teléfono inalámbrico. Marcó un número.
-Le diré a tu padre que te quedas a dormir en casa, si te parece bien.
-Te lo agradecería mucho.
Marga sonrió, y habló durante un rato con su padre.

Mientras tanto, Ruth y Hugo subieron para preparar las cosas para esa noche, sacaron la cama y la hicieron entre los dos. Hugo salió para coger un par de almohadas. Ella pensó que estaría bien poner alguno de los discos de Hugo, tenía un par que eran relajantes, lo necesitaba. Encendió la pantalla del ordenador, conociendo a Hugo, no lo habría apagado, como siempre. Metió el cede-ROM en su unidad, y encendió los altavoces, los puso bajitos, le dio al play y se tumbó en su cama. Suspiró. Un par de segundos después se oyó el ruido característico del messenger, lo que hizo que se diera un gran susto. Se levantó para cerrar la sesión, pero Hugo llegó antes.
-Lo siento, yo no quería…
-No pasa nada, Ruth, es que cuando deja de estar en suspensión, el messenger se arranca solo.
-Ah.
Hugo miró la pantalla, escribió algo, luego cerró la sesión y miró su teléfono móvil. Sonrió.
-¿Pasa algo?
-No, no, nada importante.
-Eso no es lo que dice tu sonrisilla.
-Ya… ¿lo hablamos más adelante? Creo que es más importante que arregles lo que está pasando con tu padre.
-No sé qué hacer, es demasiado… No le aguanto.
-Bueno, tenéis que daros una oportunidad, su novia y tú, quiero decir.
-Ella es… ¿sabes la madrastra de Blancanieves que la intentó envenenar?
-Conozco la historia.
-¡Pues ella es peor!-exclamó echándose hacia atrás, tumbándose en la cama. Se dejó caer a su lado, los dos miraron hacia el techo. Ruth buscó su mano, él la agarró con fuerza.
-Necesito que mi madre encuentre piso cuanto antes.
-Primero tendrá que encontrar trabajo, ¿no?
Ruth tragó saliva. Estaba jodido, tremendamente jodido.

sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo cuatro.

Cassy suspiró. Pobre Ruth, pensó, su familia se desmorona y ella no puede estar a su lado. Se vuelve a sentar enfrente de sus más temidas enemigas: las integrales. Se muerde el labio. Escucha los pasos de un nene corriendo hasta el puesto de batidos, se levanta, y mira al chiquitín, debe de tener cinco o seis años. Ella se enternece.
-¡Hola!-le dice alegremente.
-¿Quieres un batido?
-Sí.
-¿De qué sabor lo prefieres?
El niño se encogió de hombros.
-¿Chocolate?-el niño negó con la cabeza-¿Fresa?¿Vainilla?
-No.
-¿Melocotón?¿Plátano?¿Manzana?
-No lo sé.
-¿No sabes lo que te gusta?
-No es para mí-miró hacia atrás y señaló a alguien.
-¿Es para tu papá o tu mamá?
-¡No!-respondió riéndose-Papá Noel me dijo que quería un batido.
-¿Papá Noel?-preguntó extrañada.
-Sí.
-Dile que venga.
El niño se dio la vuelta y salió corriendo otra vez. Cassandra pudo ver como tiraba de la manga de Papá Noel y le decía algo al oído. Él se rió con su característico “Ho, ho, ho”, luego miró hacia aquí y le guiñó un ojo a Cassandra, ella se pudo colorada, como había hecho antes con el otro chico. Se centró en las mates, otra vez.

Eran las siete de la tarde. Estaba cansada. La hora punta parecía estar acabando. Salió a recoger las mesas que se habían vaciado recientemente, las limpió y colocó las sillas. Un par de clientes esperaban delante del mostrados. Se dirigió a ellos, puso su mejor sonrisa y escuchó los pedidos. Preparó el batido de melocotón y el de chocolate blanco, puso en una bolsa la magdalena y se lo entregó a las chicas. Ellas pagaron y fueron a sentarse. Alguien hizo sonar una campana. Se giró, extrañada. Había un chico en el otro lado del mostrador, se acercó a él.
-Buenas tardes, ¿qué desea?-preguntó amablemente mientras le sonreía. Esos ojos verdes le sonaban un poquito familiares.
-Pues si te digo la verdad, a la chica de los batidos, pero no sé si se puede pedir para llevar.
Cassandra se sonrojó ante tal descarado piropo.
-Dudo que me pueda meter en una de esas bolsas tan pequeñitas.
Sacó algo de un bolsillo. Era uno de esos caramelos rojos y blancos con forma de bastoncillo. Lo dejó en el mostrador, luego lo empujó hacía mí.
-Creo que mi paje no ha sabido darte mi mensaje antes.
-¿Paje?-preguntó Cassy mirando el caramelo, entonces cayó en que él era el que iba disfrazado de Papá Noel. Ganaba mucho sin el traje rojo y la gran cantidad de cojines-En todo caso, duendecillo, que los pajes son de los Reyes Magos.
-Cierto, error mío.
-¿Vas a tomar algo?-le preguntó un poco cansada de su juego.
-Ya te he dicho lo que quiero.
-No servimos chicas a domicilio, lo siento.
Cassandra se dio la vuelta y empezó a limpiar una de las máquinas para volver a meter la fruta y dejarlo preparado.
-Pues, en ese caso, quiero un batido.
-¿Qué batido?
-¿Cuál me recomiendas?
¡Vaya! Otro como el chico de antes.
-Depende de tus gustos.
-Mientras no lleve champiñones, lo que sea.
Cassandra se dio la vuelta, y lo miró extrañada, él se encogió de hombros. Ella se dio la vuelta y empezó a preparar el batido. Al cabo de unos minutos el chocolate humeante estaba encima del mostrador. El chico se inclinó sobre el mostrador, acercándose demasiado a Cassy.
-Cassandra, ¿no?
-Sí.
-¿No pensabas presentarte?
-No.
-¿Tampoco te interesa como me llamo?
-¿Puedo decirte la verdad?-Él asintió, sonriente-No me interesa lo más mínimo.
-Max, soy Max.
-Son dos con cincuenta, por favor-Cassandra le dejó la cuenta al lado de la mano-Y no te puedes quedar aquí, tienes que ir a una mesa.

Max miró a su alrededor, decidiendo cuál era la mesa más cercana al mostrador para poder mirarla. Ella lo había estado haciendo toda la tarde, ahora le tocaba a él mirar cómo trabajaba.

domingo, 2 de enero de 2011

Capítulo tres.


Miró el reloj por quinta vez en cinco minutos. Se estaba retrasando y sabía que Cassandra iba a echarle la bronca. ¿La llamaba y le decía que iba a tardar? pensó Hugo, se pasó la mano por el cabello. La lucecita del messenger volvió a parpadear. Aquella chica que Silvia le había presentado en una conversación a tres era mejor de lo que había pensado en un primer momento. No se habían visto, pero se sentía de una forma distinta cuando hablaban y al pensar en ella. No hacía otra cosa que pensar en el momento en el que se viesen, y en lo que podría ocurrir. 
Vic: ¿estás seguro de lo que me estás diciendo?
Hugo miró la pantalla un par de segundos.
Él: Claro, si te parece bien.
Un minuto después aún no había contestado, se tenía que ir a ver a Cassandra al Baticrazy!. 
Él: Mira, te voy a dar mi número de teléfono, y si te apetece que nos veamos, cuando sea, pues me llamas y lo hablamos.
Luego le apuntó el número, se despidió, cerró sesión, cogió su chaqueta, la mochila y salió corriendo de la habitación. La puerta de su casa sonó fuertemente cuando salió. Por suerte no había nadie más para molestarse con el ruido. En la calle perdió un poco el ritmo, el centro comercial estaba a un par de minutos. Su móvil empezó a sonar estruendosamente. Lo sacó del bolsillo, esperanzado. ¿Era ella? ¿Tan pronto? Su corazón dio un vuelco cuando en la pantalla apareció el número de su otra mejor amiga. Ruth. Descolgó rápidamente.
-Dime-contestó con brusquedad.
-Te necesito-la voz de Ruth estaba ronca, y apenas hacía un par de horas que se habían visto.
-¿Qué pasa?-estaba preocupado, las cosas en casa de su amiga andaban un poco revueltas últimamente.
-He discutido con mi padre, y bueno… nos hemos dicho de todo.
-¿Dónde estás?
-En el parque de debajo de mi casa.
-Voy para allá, intentaré tardar poco…
-¿Has hablado con Cass?
-No-respondió con rapidez-La llamo ahora mismo, y le cuento.
-Te espero.
-En seguida estoy allí, Ruth.
Los dos colgaron. La relación entre Ruth y su padre había cambiado en los últimos meses, desde que le dijeron que se iban a separar. Él ya tenía una novia nueva, y era muy desagradable con su amiga. Mientras su madre encontraba un sitio dónde vivir, ella debía estar con él. Buscó en la agenda telefónica el nombre de Cass. Le dio al botón verde, esperando que se lo cogiera al primer toque. Tardó un poco más de lo que él creía.
-¡Ey!-contestó ella con alegría-¿Dónde estáis?
-Cass, lo siento, pero ha surgido un problemilla con el padre de Ruth.
-¿Se han vuelto a pelear?
-Pues sí-respondió mientras cruzaba un semáforo, Hugo podía ver el parque desde allí-Seguramente pasemos más tarde, pero no prometo nada, lo siento.
-No pasa nada, dile que me llame luego, ¿vale?
-Claro, hasta luego.
-Un beso, Hugo.
Colgaron. Se volvió a pasar la mano por el cabello, inseguro. Le encantaría estar contándole a sus amigas todo lo relacionado con Victoria, pero no era el momento, además conocía la opinión de ellas sobre la gente que se conoce por Internet, esperaría un poco más. Como mínimo hasta que pase esta crisis de Ruth, luego seguro que habría más que contarles. Suspiró. Se encaminó al columpio que estaba al lado del de su amiga.