sábado, 30 de abril de 2011

Capítulo siete

El loco del chocolate. ¡Había tenido que soñar con el loco del chocolate! No lo había pasado lo suficientemente mal como para tener que soportarlo en sus sueños. Terminó de vestirse, enfadada consigo misma y su propia mente, por hacerle soñar con esos ojos. Verdes. Ya lo estaba haciendo otra vez, pensar de esa manera en él. Recogió la mochila de encima de su silla de ruedas y pasó por el salón, le dio un beso en la mejilla a su padre y se despidió. El paseo hasta el instituto fue rápido, aunque no tenía prisa, es más, le daba tiempo a ponerse a repasar un poco de matemáticas. Las integrales, malditas. Se sentó en uno de los bancos que había fuera, abrió el libro, sacó un bolígrafo y una hoja doblada por la mitad. Se puso a derivar. Una mano tocó su hombro, se giró rápidamente, asustada. Sus mejores amigos estaban detrás suya.
-Te has equivocado en el apartado de.
-¿Sí?-preguntó confusa a su amiga, repasándolo por encima-¿Dónde? No veo el error.
-Mira, aquí-señaló un signo.
-Siempre me equivoco con eso.
Cassandra dejó la mochila en el suelo, y cada uno se sentó a un lado de ella. Ruth apoyó su cabeza en su hombro.
-¿Has hablado con él?
-No, pero Marga sí.
Miró a Hugo, y él torció la sonrisa, lo que no era buena señal. Miro el reloj, quedan cinco minutos para que suene el timbre. Suspiro. Acaricio el cabello negro de mi amiga.
-No quiero volver con esa bruja, encima mi padre sólo la defiende a ella.
-Tendrás que darle una oportunidad, todavía no lo has intentado.
-¿Tú también?-preguntó quitando la cabeza de su hombro y mirándola enfadada-¡Sé como es desde el primer momento! Ella hizo que mis padres se separaran.
-Bueno, ella tiene parte de culpa, pero tu padre también.
-Por eso los odio a los dos.
Se levantó del banco y se dirigió a la puerta. El timbre sonó y no pudimos alcanzarla a tiempo. Me quedé mirando como iba a clase de lo que fuera que tuviera a primera hora. Entré en mi clase de biología y me senté con Hugo, que miró su teléfono y sonrió.
-¿Qué pasa?-le preguntó al ver la sonrisa que se había formado en su boca.
-Nada.
-¿Nada o nadie?-preguntó levantando las cejas. Le conocía mejor que nadie, y Hugo lo sabía. Le sacó la lengua, ella le respondió, como si de dos chiquillos pequeños se tratase. El profesor entró, hizo levantarse a Cassandra para que expusiera su trabajo en voz alta.


A la hora del recreo, Cassandra volvió a estar pegada a su libro de matemáticas, estaba nerviosa, cada vez más. Mañana era el examen y cree que no está preparada. Por si eso fuera poco, no puede borrar de su cabeza esos ojos, los del chico del día anterior… ¿Cómo dijo que se llamaba? Suspira. Ya da igual. Aunque pensándolo bien, sí que se pasó un poco con el pobre chico, no tenía que haber sido tan antipática… ¡Pero él se lo mereció! ¡Por pesado!
-¿Qué tal lo llevas?-pregunta Hugo mientras se sienta a su lado, hoja, boli y libro en mano. Ese sitio es su rincón, donde van cada patio, se está calentito y no se escuchan a los pequeños gritar, ni hay peligro por los balonazos.
-Mal, mal, mal.
-No creo, Cass, tampoco se te dan tan mal las matemáticas.
Ella suspira.
-Sí, claro, lo que tú digas.
-¿Te pasa algo?
-Mmm, ¿por?
-Estás como… bueno, un poco rara.
-¿Cómo de rara?
-Muchas preguntas, pesimista, no sé, rara, no pareces tú.
-Será por el perturbado de ayer.
-¿Quién?-pregunta preocupado Hugo, me mira para saber si está bien, le sonríe para que se relaje.
-Nada, uno que me sacó un poco de mis casillas.
-Eso no es difícil, Cass.
Puso los ojos en blanco y le miró alzando las cejas.
-No pude estudiar mucho porque ese loco, además de venir a molestarme, primero estuvo haciendo de Papá Noel en el centro comercial y jugó con los niños justo enfrente de la tienda.
-Hubiera estado bien conocerlo-comentó la voz apagada de Ruth-No parece un perturbado.
-Bueno, juzgarlo vosotros esta tarde, seguro que vuelve, está muy loco.
-¿Y de qué hablasteis?-preguntó Ruth interesada.
-De nada, bueno de mi edad, pero el resto fue todo muy raro.
-Te puso nerviosa-le hincó un codo a su amiga en el estómago-Eso es por algo.
-Sí, Ruth, sí-respondió ella con ironía. Ruth suspiró.
-¿Te las corrijo?-preguntó ella acercándose a la hoja de derivadas de su amiga, Cassandra accedió encantada de que su amiga lo hiciera. Parece que el enfado se le ha pasado, y eso está muy bien, no quiere que su amiga esté triste por todo lo que está sucediendo, aunque sabe que por mucho que ella pueda hacer, lo tendrá que pasar. Pero allí está, por lo menos cuando puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario